RECUÉRDAME SIEMPRE
Cuando me dijeron que vendría a verte y estar contigo, entre tus brazos, me puse muy feliz. ¿Sabes?, no esperaba ser tan bienvenido. Preferí nadar y ser libre entre tus entrañas. Navegar un mar tranquilo, limpio y muy mío. Sin pensar que nada ni nadie podría dañarme.
Y así han transcurrido 38 maravillosos días más. No era para menos. Supe también de tus lágrimas, de tus desesperanzas, de tus desánimos por momentos que me entristecieron, ¿pero sabes? No me dí por vencido. Y en la mesa de año nuevo cuando dijiste que vendría, pues me puse supercontento, y no sé que razón tuviste para llorar, cuando lo que más deseaba era ser feliz…
Fueron por detalles sensibles que te echaste a llorar, y llorar, pero yo creí que serías más feliz…luego de que papá te dijo que estuvieras tranquila, tú te calmaste, un poco más. Entendí que sólo eran sus palabras las que te calmaban, y yo aprendí.
Cuando nos quedamos juntos en el campo, y empezabas a hablarme desde ya, entendí que nuestra vida sería así siempre, el uno para el otro y siempre, diciéndonos nuestros propios secretos…compartimos muchos, que digo yo, tantísimos que no puedo ya recordarlos. Sin embargo, no hago otra cosa que seguir pensando en ti.
A pesar de todo, nuestros momentos juntos fueron inolvidables, juntos siempre, yo en ti y tú en mí. Admiré tu fortaleza y tus pensamientos claros, tus ideas, tu valor para enfrentar las cosas…y supuse que ello, te haría más libre, más feliz.
Y como siempre hay un “pero”, lo más probable es que empiecen a preguntarnos de ¿dónde? o ¿cuándo? Y ¿cómo ocurrió? Que yo estoy contigo ahora. No cabe duda que seguirán siendo interrogantes que jamás nadie sabrá, porque no quiero que lo sepan.
“No ves! , que es ¿nuestro secreto? ¡Imagínate!, yo sin poderte ver y tú sin saber lo que te estaba diciendo, en verdad. Así que esto lo estuve pensando día tras día, con sus noches encima…y con él, estuvimos durante la noche de año nuevo telepáticamente qué decir…y sabes, no cabe duda que tuvo las mejores palabras para expresarme hoy.
Fueron varias noches que estuvimos escribiendo juntos y diciéndonos qué debíamos decir, sin afectar a nadie. No creas, hubieron instantes en que decidimos no decir nada y quedarnos mudos. Hubiese sido lo mejor, me dijo. Porque sólo le pertenecía a ambos. Y a nadie más. Esta vez nadie nos ayudaría más que nosotros mismos. Lo más probable es que tenga que admitirlo yo también: “tuvo razón”.
Sin embargo, quería hacer mi primera presentación a todo dar, sin que haya miramientos o gestos de asombro. Total, yo era el homenajeado, no tú. Y así lo días pasaron y acercaba la fecha. En ese instante me eché para atrás y quise no escucharte, ni siquiera mencionar la palabra…tuve el miedo que lo tiene cualquiera. Un público al que no conozco y no sé si le caería bien.
Así que unos tragos no vinieron mal, pero pues que no creo que me hayan hecho bien a mi corta edad. No para nada. Tu alegría no lo niego, me hizo bien y mal a la vez. Porque quería estar entre ustedes. Como siempre sin pedir nada a cambio, ni protestar, sino sentir ese calorcito al que me tenían acostumbrado.
¿Sabes?...no lo cambio por nada. Y llegó así el día y su noche. Volviste a hablar con él y yo dije que no. Dijiste que iba a ser en la mesa. Y resulta ser que no fue así, te adelantaste con la abue…ella al comienzo muy renegona. Yo en cambio, no le hice caso, porque en el fondo…”sí me quería”. Me quiso porque era algo tuyo. Y como es obvio, no era más de nadie.
Me puse a pensar si hubo algunas lágrimas para empezar y todo iba bien, pues tenía dominado a mi escenario. Yo creo que sí la hago. Pues empecé uno por uno, a decirles más de mi. Me sentí orgulloso de saber de ellos, los demás. La gran familia que me aguardaba.
Y miré a muchos niños y niñas a mi alrededor, tus ojos me sirvieron de ventanas para ir observando los detalles y mis oídos que eran los tuyos pues para detectar el acento tan gracioso de sus voces. Tus manos acariciaban y yo lo hacía también, me sentí tan enternecido por esos gestos. Y por sus palabras, aunque no todas. Unas fueron para reprocharme, y yo pues, no entendí porqué. No hice caso, total. Ellos no me iban a volver a ver. No por ahora.
Y fue así que me llegaron las doce, y empezaron los fuegos artificiales. En la mesa abundante comida. Todo estaba rico. Mucha fruta y licor. Aves, y cerdo. Pavo no lo sé, pero creo que debió ser pava. Me gusta. Y probé de todo. No cabe duda que fue la mejor celebración. Y eso que no quería irme para el norte. Pero su aroma y su calor me hicieron mucho bien.
Así que todo me gustaba más y más. Y no hubo más reproche, sí alegría y lágrimas. Y probé una de ellas. Muy saladita, para mi gusto. Pero me aferré mucho a cada apretón que me dabas. Me agradó estar contigo y en ti. Me sentí más vivo y más querido que nadie, lo sabes.
Tal vez cuando leas estas últimas líneas, no me hayas dejado de lado, ni me olvidarás más. Porque yo no lo hice. Jamás.
Tú mejor que nadie sabes, lo magnífico que fue estar contigo y lo que esperas tú de mí. Sabes bien, que a pesar de todo, y aunque en la vida, nos resulte difícil, tendrás el valor para asumir mi seguridad y protección a toda costa. No hay nadie mejor que tú y eso lo sabes mejor que yo. Pues si nadie te lo dijo, yo sí.
Las penas y tristezas se acabaron. Terminaron y yo sí que estoy seguro de ello. Tengo mucha fe que todo saldrá bien en adelante. Porque no hicimos nada mal. Nada. Solo que las emociones no me gustan que vengan así tan fuertes como lluvia torrencial, prefiero estar abrazado a ti, muy aferrado, tener aún tu adorable calor.
Y cuando las cosas, me traigan más y más momentos de estos. Podré decirte que nos vayamos juntos a la playa al mar, a dónde quieres llevarme y sentirnos una vez más, tan juntitos.
Y recordaré lo que fue mi primer discurso: yo vine de la mano de un ángel y se posó sobre ti y dijiste, esta vez que sí. Y no tuviste miedo, y no supiste hasta que yo te vi. Y vos, me aceptaste con tanto afecto que al darme cuenta, no quise irme de ti. Nunca más.
Así que fue cierto, vine de mano de alguien y ese alguien, sólo fue una luz que me alojó cálidamente en ti. Y te encontré sin la menor intención de buscarte.
Recuérdame siempre que este debió ser mi mejor discurso de amor y verdad, de paz y cariño hacia todos los que pude conocer y hacia ustedes, que apostaron por mí. Decisiones que no olvidaré jamás. Actitudes que llevaré firme en mí, siempre.
Comentarios